VOXLOCALIS #91

ACTUALIDAD

Por: Francisco Alburquerque LLorens.

Entre las principales lecciones de la crisis vinculada a la pandemia del Corona Virus 19 hay que destacar que la hiperglobalización comercial y financiera internacional, uno de los rasgos importantes del modelo productivo, energético y de consumo actual, está provocando la reducción de la capacidad inmunológica de la biosfera ante la difusión de elementos patógenos (virus y bacterias).

La difusión del Corona Virus es de carácter global, al igual que los movimientos financieros internacionales de carácter especulativo, y al igual que la difusión internacional de la información. Sin embargo, las respuestas que hay que dar a las diferentes situaciones creadas en esta crisis del Covid 19 deben darse desde cada uno de los territorios donde vivimos. Esto es, exige un enfoque territorial.

El llamamiento que desde las diferentes esferas de poder se ha hecho en estos años atrás en favor de la inserción en las “cadenas globales de valor” a fin de ganar en “competitividad”: (i) no ha solucionado los grandes temas del desarrollo económico, social y sostenible para la mayoría de la población en el mundo; (ii) ha aumentado la retención de valor y de riqueza en favor de los grandes grupos empresariales monopólicos; (iii) ha incrementado las desigualdades entre la población, reduciendo de manera notable la participación de las rentas del trabajo en los ingresos totales en favor de las rentas del capital; y (iv) ha aumentado poderosamente la especulación financiera internacional, muy por encima de las inversiones productivas y de empleo digno. Y todo esto ha tenido lugar marginando claramente el compromiso de las diferentes economías con las provisiones de carácter fundamental para la vida cotidiana, en especial las políticas territoriales de desarrollo.

En estas reflexiones voy a centrarme principalmente en la agenda de la reconstrucción económica, social, ambiental e institucional tras la pandemia del coronavirus, ya que no se trata simplemente de la “recuperación” del tipo de crecimiento económico anterior. La crisis ambiental generada por el estilo de crecimiento económico actual y los orígenes de la pandemia tienen claras vinculaciones. De modo que no estamos solamente ante una “crisis sanitaria”, al menos no podemos quedarnos únicamente en la superficie de lo que está ocurriendo.

No obstante, no puedo dejar de insistir, aunque sea brevemente, en que en estos momentos es imprescindible abrir espacios de participación de la ciudadanía en todos los territorios, a fin de avanzar en la construcción de instituciones de gobernanza territorial compartida, capaz de orientar de forma colectiva los esfuerzos hacia el futuro. El enfoque territorial es absolutamente necesario para el diseño de respuestas apropiadas a las diferentes situaciones concretas en que los humanos vivimos.

En un documento reciente he recogido las recomendaciones de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) para la aplicación de un enfoque territorial en la planificación del desarrollo agroalimentario, a fin de fortalecer las vinculaciones entre las ciudades medias y las áreas rurales próximas, y con ello avanzar hacia un tipo de transformación rural inclusiva, capaz de asegurar el logro de los objetivos más importantes de la Agenda 2030 relativos a la eliminación del hambre y la pobreza en el mundo. Finalmente, en el último apartado he incluido algunas conclusiones que pueden servir como propuestas básicas para este debate en los respectivos territorios.

  1. LA IMPORTANCIA DE LA PARTICIPACIÓN DE LOS ACTORES TERRITORIALES

En primer término, es necesario recordar que la participación efectiva de los actores territoriales es un tema crucial, ya que sin esa participación no es posible avanzar en un plan de acción frente a la pandemia y abordar, asimismo, la agenda de reconstrucción económica, social, ambiental, sanitaria e institucional que se precisa. 

Entre los actores territoriales hay que señalar a los gobiernos locales; el sector de conocimiento, especialmente el vinculado con el sistema alimentario, el sistema sanitario y los abastecimientos esenciales para la vida y la salud en el territorio (agua, energía, transportes y vivienda, por ejemplo); las empresas locales; los sindicatos y asociaciones de trabajadores/as y campesinos/as; los trabajadores/as autónomos; el sector financiero con presencia en el territorio; las organizaciones de la Economía Social y Solidaria; los principales medios de comunicación; y las organizaciones de la ciudadanía, entre ellas, de forma destacada, las asociaciones de mujeres, jóvenes, indígenas, personas mayores, entre otras. 

Ahora bien, es preciso tener muy claro que cuando se habla de participar no basta simplemente con informar a la ciudadanía. Tampoco basta con tener espacios de diálogo con algunos actores territoriales importantes. Informar o dialogar no es lo mismo que participar. Decididamente, hay que impulsar la creación de foros, asambleas, comités o mesas territoriales para la discusión y toma de decisiones colectivas frente a la pandemia, que permitan contar con la riqueza de opiniones e iniciativas de los actores territoriales y, sobre todo, que permitan disponer de ese elemento intangible fundamental que es la confianza colectiva para avanzar en la construcción de una gobernanza territorial. El liderazgo no debe ser resultado de un mando unilateral o vertical, sino de la confianza generada en un esfuerzo e ilusión colectivos frente a la pandemia, por una apuesta de futuro para los territorios.

Desgraciadamente, nuestras sociedades no suelen estar acostumbradas, por lo general, a estas prácticas de colaboración, participación y discusión conjuntas. Lo que los intelectuales llamamos gobernanza territorial es más un concepto elegante que una práctica cotidiana entre la mayoría de los responsables políticos y sociales. De este modo, en momentos de crisis como éste, suele aparecer la tentación de buscar (o esperar la existencia de) liderazgos centralizadores en una “guerra” contra la pandemia, como la llaman algunos, incorporando así -de paso- la justificación autoritaria consustancial al ejercicio del mando militar. 

La preocupación por el mando único ha sido prioritaria sobre la construcción de espacios de participación de comunas, municipalidades y regiones, despreciando de ese modo el potencial existente en todos esos ámbitos territoriales. Quizás sea una de las primeras enseñanzas que deberíamos aprender de la pandemia ya que es en esos ámbitos de proximidad desde los que hay que hacer frente en primer lugar a las situaciones generadas por la pandemia. Parece, pues, que tenemos dificultades para cambiar nuestras formas de funcionamiento democrático tradicional para avanzar en prácticas de gobernanza democrática participativa. 

  1. LOS ORÍGENES DE LA PANDEMIA Y LA CRISIS AMBIENTAL

La crisis provocada por la pandemia del Covid 19 tiene unos orígenes que es preciso visualizar adecuadamente, ya que sin un buen diagnóstico podemos quedarnos únicamente en algunos arreglos menores frente al importante calado de los cambios que se requieren en estos momentos decisivos.

En efecto, el tipo de crecimiento económico predominante incorpora algunos de los componentes que explican los orígenes de las pandemias que venimos conociendo desde hace años, debido a las transformaciones causadas en los ecosistemas y en nuestra salud por la agricultura industrial, la ganadería intensiva y el sistema alimentario transnacional, entre otros aspectos sustantivos. De este modo, el tipo de crecimiento económico intensivo y globalizado predominante se encuentra entre los orígenes de esta pandemia. 

También hay que recordar la prioridad que suele darse en el tipo de crecimiento económico predominante a actividades como la fabricación de armamento, la continuidad de la apuesta por la energía nuclear, la fuga de capitales hacia “paraísos fiscales” y la “economía de casino” actual, en la cual se estima que los movimientos financieros internacionales de carácter especulativo superan en más de 40 o 60 veces el volumen de las inversiones productivas y el comercio internacional. Todo ello disminuye las inversiones en el sector alimentario, el sistema de salud, el sector educativo, el sistema de investigación y desarrollo para la innovación, así como las actividades productivas y el empleo vinculados a estos sectores fundamentales de la economía. 

Así pues, lejos de considerar la pandemia del coronavirus como un hecho aislado, lo cierto es que las transformaciones causadas en los ecosistemas y en nuestra salud son resultado de actividades sustantivas de nuestros modelos productivo, energético y de consumo, los cuales provocan igualmente la difusión de bacterias y virus patógenos que, según señalan algunas investigaciones, estaban parcialmente bajo control gracias a la biodiversidad de los bosques y selvas tropicales pero cuya liberación se ha visto influenciada por los grandes incendios y los importantes procesos de deforestación, junto a los efectos del cambio climático, los cuales vienen mostrando cada vez más claramente que los denominados “desastres naturales” son, en gran medida, desastres provocados por malas prácticas y políticas llevadas a cabo por actuaciones humanas que deben ser eliminadas o sustituidas.

La vulnerabilidad frente a las infecciones que en los últimos años estamos presenciando ha sido, además, exacerbada por las deficiencias en la sanidad pública y el saneamiento medioambiental provocados por las políticas de austeridad, control y recorte de los gastos públicos, los avances incesantes de la urbanización, y la longitud cada vez mayor de las cadenas productivas alimentarias a nivel mundial alentadas por la globalización económica y financiera internacional. En efecto, cuanto más largas son las cadenas productivas alimentarias y mayor la amplitud de la deforestación, más diversos y exóticos son los elementos patógenos (virus y bacterias) que entran en dichas cadenas alimentarias procedentes de la ganadería intensiva y los transmitidos a través de los alimentos proporcionados por la agricultura industrial a gran escala. 

Asimismo, la ampliación del comercio internacional alentada por la hiperglobalización que defienden los grandes grupos transnacionales, y la exportación de animales vivos han aumentado la diversidad de elementos genómicos que intercambian sus patógenos asociados. En definitiva, la creciente destrucción de la biodiversidad en el planeta, unida a la amplitud cada vez mayor de las redes mundiales de viajes y comercio de ganado criado en grandes granjas industriales, han ayudado poderosamente a la transmisión de los virus patógenos. 

El Gráfico 1 trata de mostrar los rasgos citados que colaboran, de un lado, a la degradación o destrucción de la biodiversidad y, de otro, los efectos perversos de la reducción de las inversiones en gasto público esencial para el funcionamiento de nuestras sociedades

De este modo, los crecientes monocultivos genéticos eliminan los cortafuegos inmunológicos que en poblaciones más diversas ayudan a frenar la transmisión de los virus patógenos. Por su parte, las condiciones de hacinamiento del ganado y la mayor densidad en las granjas industriales facilitan la transmisión de los virus patógenos y las infecciones consiguientes, reduciendo las respuestas inmunitarias (ver Recuadro 1).

RECUADRO 1: VIRUS PATÓGENOS E INFECCIONES BACTERIANAS

Entre los virus patógenos pueden citarse la fiebre porcina, el virus del Ébola, el virus Nipah, la fiebre aftosa, la hepatitis, y diversos tipos de gripe. A ello hay que añadir las infecciones bacterianas como la salmonella y la listeriosis.

En los años 2009 y 2010, la pandemia de la fiebre porcina o gripe A (H1N1) (influenza virus) tuvo una amplia difusión entre la población mundial, dejando tras de sí un número de víctimas estimado entre 150 mil y 500 mil personas.

Por su parte, el brote del virus del Ebola en África Occidental, de 2014 a 2016, fue el más extenso y de mayor letalidad (aproximadamente el 50% de la población infectada) de los brotes conocidos desde que el virus fuera identificado por primera vez en 1976. 

Las infecciones por el virus Nipah han acabado con la vida de entre el 72% y el 86% de las personas infectadas en Bangladesh e India. Aunque la enfermedad se identificó por primera vez en 1998, aún no existen medicamentos o vacunas aprobados contra ella.

La fiebre aftosa o glosopeda es una enfermedad infecciosa que afecta a un gran número de especies de ganado, causando una morbilidad muy elevada debido a su alta transmisibilidad. Se trata de una de las enfermedades víricas de mayor importancia debido a su gran poder de difusión, al elevado número de especies a las que afecta, y a las pérdidas en la producción que origina. 

Los virus de la hepatitis son la causa más frecuente de las hepatitis A o E, que también pueden deberse a otras infecciones, sustancias tóxicas, o enfermedades autoinmunitarias. 

La Salmonella o salmonelosis, es una enfermedad bacteriama trasmitida por alimentos contaminados (generalmente carne, aves de corral, huevos o leche).

La listeriosis es una infección generada por ingerir alimentos contaminados con la bacteria Listeria, la cual se encuentra en animales salvajes y domésticos, así como en el agua o los suelos y estiércol contaminados.

En suma, la presencia de la pandemia del coronavirus no es, por tanto, un hecho casual, sino una consecuencia más de la crisis climática. En realidad, estas pandemias forman parte de un tipo de crecimiento económico que no necesitamos “recuperar” sino, más bien, sustituir por un crecimiento de carácter sostenible, con inclusión social y aseguramiento de las condiciones de salud y atención a los servicios esenciales colectivos, para lo cual la intervención de los gobiernos y actores territoriales resulta especialmente importante.

  1. LA IMPORTANCIA DE LOS SERVICIOS BÁSICOS Y LAS INFRAESTRUCTURAS VINCULADAS A LA VIDA COTIDIANA 

Si hay una enseñanza clara de la actual pandemia del coronavirus es que el aseguramiento de la salud y los servicios básicos fundamentales para las personas y el medio ambiente en el que vivimos en cada región, territorio o ciudad, debe constituir una prioridad absoluta. En efecto, la producción de los bienes esenciales, como la alimentación, la salud, el abastecimiento de agua y energía, la vivienda, la educación, la información y la investigación y desarrollo para la incorporación de innovaciones son temas cruciales en la agenda de la reconstrucción post pandemia. Es importante, por consiguiente, concentrar los esfuerzos de nuestras economías en aquello que es esencial producir y dejar para más adelante todo aquello que es menos importante o superfluo (Attali, 2020).

En este sentido, es necesario identificar y aprender a visualizar adecuadamente el funcionamiento de estas actividades productivas esenciales en la interacción que tiene lugar entre todos los eslabonamientos productivos que las hacen posible. Así, por ejemplo, como se aprecia en el Gráfico 2, los eslabonamientos productivos principales de un sistema de salud incluyen infraestructuras materiales, abastecimientos básicos y complementarios, servicios de movilidad y transporte, abastecimiento de medicamentos y equipos médicos, así como la dotación y formación de profesionales competentes. Entre las infraestructuras materiales hay que citar la dotación de terrenos, la construcción de edificios sanitarios, centros de asistencia primaria y hospitales, así como los equipamientos básicos (camas, equipos quirúrgicos, unidades de cuidados intensivos, rayos X, scanner, laboratorios de análisis, equipos de protección contra contagios, redes de suministro de oxígeno, y otros). 

Asimismo, hay que asegurar el abastecimiento de agua, el saneamiento básico, el equipamiento y servicios higiénicos, la distribución de energía eléctrica, la gestión sostenible de los residuos, la instalación y funcionamiento de las telecomunicaciones y el acceso a internet, así como los servicios de reparación y mantenimiento de los centros sanitarios, los servicios de urgencia, los servicios de alimentación en los hospitales, la dotación del personal médico especializado y el personal auxiliar sanitario, y la atención médica fundamental en las residencias para personas mayores.

Para todo ello se requiere una formación profesional médica y sanitaria, la formación en organización y gestión de los centros sanitarios, hospitales y residencias para personas mayores, los servicios contra incendios, los servicios de seguridad, y los servicios funerarios, entre otros. Todas estas actividades están vinculadas, a su vez, con otros eslabonamientos “hacia atrás” como son el sistema educativo, la industria de la construcción, la industria química y farmacéutica, la industria de bienes de equipo, la industria textil, la industria automotriz, la biotecnología y los nuevos materiales, la investigación científica básica y aplicada, las vinculaciones con el sistema alimentario, los servicios de seguridad nacional y las fuerzas de policía, así como la educación básica de la ciudadanía en los temas de salud y las vinculaciones con las organizaciones de solidaridad y voluntariado de la Economía Social y Solidaria, entre otros aspectos.

Gráfico 2

Estamos acostumbrados a hablar de la economía pensando de forma “agregada”, en sectores de la misma actividad, pero lo cierto es que tenemos que aprender a pensar en sistemas “integrados” en su funcionalidad esencial, los cuales reúnen diversas actividades productivas, inversiones en infraestructuras básicas, bienes públicos, servicios esenciales y bienes y servicios ecosistémicos. Por supuesto, como es fácil deducir, las estadísticas sectoriales y macroeconómicas no nos sirven de mucho. Es preciso construir sistemas de información territorial, con ayuda de sistemas de información geográfica (SIG).

Como puede apreciarse, el fortalecimiento del sistema de salud está lejos de poderse simplificar con el calificativo de una “política social”, ya que tiene una clara vinculación con actividades productivas fundamentales de la economía y el empleo en los diferentes territorios o regiones. 

RECUADRO 2: LOS BIENES Y SERVICIOS ECOSISTÉMICOS

Los bienes y servicios de los ecosistemas son los que mantienen la vida humana en el planeta a través de funciones de regulación atmosférica y climática, amortiguación de perturbaciones, regulación del ciclo del agua y disponibilidad hídrica, sujeción y formación del suelo, regulación de nutrientes, procesado de residuos, polinización de los cultivos y de la vegetación natural, mantenimiento de la biodiversidad, conversión de energía solar en alimentos y biomasa, provisión de recursos genéticos y medicinales, e incluso la provisión de belleza estética y estímulo intelectual que proporciona la naturaleza.

En este sentido, me parece importante el enfoque que propone el Colectivo de la Economía Fundamental en su libro “Foundational Economy, the infraestructure of everyday life” (2018), destacando la importancia que poseen los servicios básicos universales relacionados con las actividades de la vida cotidiana, así como las infraestructuras materiales vinculadas a estos servicios, y cómo ello podría utilizarse para orientar las políticas públicas y de empleo, con el fin de alcanzar mejores niveles de bienestar entre la ciudadanía, en lugar de seguir aceptando el predominio de las actividades “competitivas” de gran escala y de mayor dinamismo comercial, según la visión predominante en el análisis económico.

La “Foundational Economy” (“Economía Fundamental” en la traducción al castellano) incluye, pues, los servicios básicos universales (Economía Fundamental Providencial) y las infraestructuras materiales (Economía Fundamental Material) vinculadas a los mismos, diferenciando estas actividades fundamentales de la vida cotidiana, de las actividades comerciales de gran escala, las cuales suelen destacarse en la visión predominante de la economía basada en los criterios de competitividad y logro del máximo beneficio privado, todo ello cuantificado a través de los indicadores del producto interior bruto (PIB) como expresión óptima de progreso. En realidad, como señalan los autores/as de la Economía Fundamental, la obsesiva utilización de los indicadores del PIB como sinónimo de crecimiento económico constituye una metáfora que crea una imagen de la economía como si fuera algo homogéneo, ocultando de ese modo la heterogeneidad de la economía real, muchas de cuyas actividades “fundamentales” quedan ocultas o ignoradas. 

En el Gráfico 3 se exponen las actividades fundamentales de la economía según el enfoque de la “Economía Fundamental” (material y de servicios), la cual aglutina las actividades de abastecimiento de energía, agua potable, saneamiento y alcantarillado, servicios de salud y asistencia sanitaria y farmacéutica, sistema escolar, sector minorista de distribución de alimentos, droguería y otros productos del hogar, telecomunicaciones, aparatos de TV y radio, transporte público y movilidad ciudadana, acceso a internet, limpieza y cuidado de los hogares, servicio de correos, cuidado de personas, servicios funerarios, banca comercial minorista, seguridad ciudadana, servicio contra incendios, administración de justicia, mantenimiento de bienes de consumo duradero (vivienda, automóvil u otros), conservación del medio natural, gestión de residuos, urbanismo y medio ambiente, servicios personales, alimentos para mascotas, veterinario, entre otras.

Asimismo, hay que incluir otras actividades como las relacionadas con el desarrollo cultural, esto es, vacaciones, restauración, ocio, deporte, gimnasia y descanso, que son también esenciales para las personas y los hogares. A ello habría que sumar el trabajo no remunerado de las mujeres realizado en los hogares, que incluye el cuidado de las personas de la familia, así como la limpieza y organización de la casa. La estimación existente acerca del trabajo doméstico y de cuidado de las personas, llevado a cabo fundamentalmente por las mujeres de forma no remunerada, supone entre el 15% y el 25% del PIB de una economía.

Una aproximación cuantitativa sobre los componentes de la Economía Fundamental se ofrece en el Cuadro 4, que muestra la importancia de estas actividades esenciales desde el punto de vista del empleo en Alemania, Reino Unido e Italia, en el periodo 2016-2017, donde alcanzan porcentajes entre el 57% y el 64% aproximadamente, lo que muestra que la atención a este núcleo de actividades “fundamentales” es decisiva desde el punto de vista del diseño de las políticas de empleo y en ello podrían centrarse las políticas activas territoriales de empleo, si se quieren alcanzar resultados más consistentes que los actuales. 

Importancia porcentual del empleo en la Economía Fundamental

(Alemania, Reino Unido e Italia, 2016-17)

 

Economía

Fundamental 

Material

Economía 

Fundamental Providencial

 

Actividades Ignoradas

Total 

Economía Fundamental

Resto Actividades

económicas

Alemania

17,2%

24,1%

17,3%

58,6%

41,4%

Reino Unido

17,6%

26,2%

20,0%

63,8%

36,2%

Italia

17,9%

19,0%

19,8%

56,7%

43,3%

 

Fuente: Colectivo Economía Fundamental (2018): Economía Fundamental. La infraestructura de la vida cotidiana.

Otra aproximación cuantitativa a la Economía Fundamental puede también obtenerse a través de los datos recogidos en las Encuestas de Hogares, que ofrecen información de los gastos realizados por las unidades familiares. En el Cuadro 5 se expone el gasto medio semanal de los hogares en la Unión Europea en el año 2015. Como se aprecia, el gasto medio semanal en artículos esenciales y en gastos de movilidad, dos componentes importantes de la Economía Fundamental, representan en la Unión Europea aproximadamente el 47% del gasto semanal total de los hogares.

Cuadro 5: Gasto medio semanal de los hogares en la Unión Europea en 2015

 

  1. Gasto semanal en artículos esenciales……..……………………………………..

 

  • Alimentación y bebidas no alcohólicas: ……………………………………..:   86,98 euros

  • Gastos de alquiler e hipoteca de la vivienda y otros gastos relacionados: 109,50   “

  • Suministro de agua y servicios varios………………………………………...:  17,77   “

  • Electricidad, gas y otros combustibles……………………………….............:  28,39   “

  • Comunicaciones…………………………………………………………………:  18,13   “

 

260,77 euros

 

  1. Gasto semanal en movilidad   …………………………………………………………

 

  • Servicios de transporte (tren autobús, etc.) exceptuando viajes en avión: 27,96  euros

  • Operaciones de transporte privado………………………………………….:  44,81 euros

 

72,77 euros

Gasto semanal total promedio en artículos esenciales y movilidad   (1+2)

333,54 euros

Gasto medio total en los hogares

711,27 euros

 

Porcentaje de los gastos en artículos esenciales y movilidad respecto al gasto total

    

 46,9%

 

Fuente: www.ec.europa.eu/eurostat

A pesar de estos datos, las políticas de empleo siguen visualizando las inversiones vinculadas a las actividades tecnológicas, así como las inversiones extranjeras, como si fueran las que liderasen la generación de empleo. Sin embargo, hay que recordar que gran parte de las inversiones extranjeras son principalmente inversiones en cartera o inversiones financieras de carácter especulativo, de modo que un planteamiento menos simplista debería situar el foco principal de la generación de empleo en los servicios fundamentales de la vida cotidiana y sus infraestructuras vinculadas, lo cual permitiría mejores resultados desde el punto de vista del empleo, el ingreso y la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía y, de paso, centrar el objetivo del desarrollo económico y social en las personas y la atención de sus necesidades básicas, así como el medio ambiente local y los bienes y servicios ecosistémicos, desplazando así la búsqueda del máximo beneficio privado como criterio principal de funcionamiento del sistema económico. 

La visión neoliberal predominantemente en la economía mantiene, pues, una distorsión que se mantiene en el imaginario colectivo acerca de los sectores y actividades fundamentales, dando prioridad a los “sectores competitivos”, de alta tecnología y los “servicios intensivos en conocimiento”, a pesar de que tienen una reducida presencia en términos de empleo y que se orientan fundamentalmente hacia las exportaciones, pasando las actividades de la vida cotidiana a un plano muy secundario como si se tratara de actividades de carácter no productivo. 

La alusión a los sectores intensivos en conocimiento y la producción de alta tecnología es siempre un componente imprescindible en los discursos de los líderes políticos y gobernantes. Se trata, como se suele señalar, de los principales “sectores de futuro”, los cuales se visualizan como portadores de innovación y competitividad, lo que se supone nos lleva al mayor bienestar colectivo, a pesar de la evidencia en su contra. Se trata, de un planteamiento excesivamente optimista ya que se refiere a sectores con escasa capacidad de generación de empleo, siendo sus porcentajes de participación en el empleo total de la Unión Europea, en promedio, de poco más del 4% del empleo total, durante los años 2016-2017, mientras que el sector de salud y de asistencia médica por sí solo genera el 11% del empleo total en esas mismas fechas (Colectivo de la Economía Fundamental, op. cit.).

De este modo, aunque parece difícil oponerse a estos “sectores de futuro” es muy importante comprender que las actividades de la vida cotidiana constituyen una base fundamental para la generación de empleo, ingreso y calidad de vida en todos los países y territorios, y merecen una mayor atención por parte de las políticas de desarrollo, ya que no se trata exclusivamente de sectores que puedan ignorarse o mantenerse como sectores de “política social”, subsidiarios de los sectores de carácter productivo. 

Este sesgo ideológico se ha agravado poderosamente en la fase actual de “financiarización” de la economía, merced al predominio alcanzado por las fracciones de capital financiero especulativo sobre las inversiones productivas en la economía. 

De este modo, a la hora de referirse a la “nueva normalidad”, lejos de tratar de “recuperar” el estilo de crecimiento económico anterior, la política económica y la política pública en general, deben tomar como referente principal los servicios universales básicos y sus infraestructuras, ya que constituye un área fundamental de la economía en todos los países y territorios. Se trata, por tanto, no de seguir creciendo económicamente de manera desigual e insostenible ambientalmente, sino de avanzar en la mayor articulación interna de las economías locales, atendiendo de mejor manera las necesidades básicas insatisfechas y fortaleciendo con ello las diferentes parcelas de la vida cotidiana, de forma sostenible, con equidad social y de forma plenamente saludable. En ello, como podemos apreciar, el papel de los gobiernos locales puede resultar determinante.

Sin embargo, lejos de esta aspiración y formulación de deseos, la realidad nos muestra, hoy por hoy, una cara mucho más torpe y cruel ya que en lugar de considerar a los servicios básicos y sus infraestructuras vinculadas a la vida cotidiana como un eje principal para la agenda de la reconstrucción económica, social y ambiental, estos sectores han venido siendo objeto de mercantilización y privatización por parte de grupos privados, desde los años 80 del siglo pasado, coincidiendo con el auge de la ideología neoliberal y el predominio hegemónico de las fracciones financieras en la acumulación de capital, mostrando así como este tipo de capitalismo ha ampliado su lógica depredadora fuera de la esfera de la producción para invadir también la esfera del consumo colectivo, provocando lo que David Harvey ha llamado, con acierto, la desposesión de bienes comunes o de carácter colectivo, los cuales hay que volver a recuperar a toda costa.

Así pues, parece urgente una reflexión detenida acerca del funcionamiento básico de nuestras economías locales, en la búsqueda efectiva de objetivos solidarios y no solamente guiados por el logro de las mayores ganancias de los grandes grupos económicos, para lo cual el enfoque planteado sobre la “Economía Fundamental” me parece una aportación innovadora y necesaria.

Por ello creo que es urgente fortalecer las actividades productivas fundamentales, en una estrategia orientada a asegurar niveles de soberanía o autonomía en los sistemas territoriales básicos, especialmente, el sistema alimentario, el sistema sanitario y de salud, así como sus vinculaciones con el resto de actividades productivas territoriales en sus respectivas cadenas productivas, el abastecimiento de agua y la estrategia de conservación de las cuencas hídricas, el abastecimiento de energía y la transición a las energías renovables en el territorio, la logística asociativa y el sistema de transporte público, el sistema de seguridad ciudadana, el acceso a una vivienda digna para la población, y aquellos otros servicios básicos universales e infraestructuras vinculadas a los mismos. 

Esto incluye, naturalmente, la incorporación de la eficiencia y calidad productiva, la sostenibilidad ambiental, la inclusión social y la seguridad alimentaria y de salud en los territorios, como parte de los necesarios reajustes que hay que incorporar en nuestras prácticas de producción y consumo, a fin de avanzar hacia planteamientos de una Economía Circular, es decir incorporando desde el diseño las innovaciones productivas necesarias para reducir los impactos ambientales en un horizonte de “residuos cero”. 

Para todo esto es preciso avanzar en la formación de sistemas locales de innovación, a fin de vincular el potencial existente en todos los territorios, a través de la articulación entre los actores productivos de la economía local y el sector de conocimiento en torno a las principales necesidades básicas identificadas en los respectivos ámbitos locales, y poder visualizar con detalle los diferentes eslabonamientos productivos en los distintos sistemas productivos locales, mostrando su orientación por una estrategia que resalte la necesidad de eliminar la excesiva dependencia de aquellos abastecimientos y productos que hoy en día se precisan para el funcionamiento de nuestros sistemas de salud y economías locales. 

  1. IMPORTANCIA DE LA PEQUEÑA PRODUCCIÓN CAMPESINA EN LA ALIMENTACIÓN MUNDIAL

El análisis de la población rural que vive en asentamientos diseminados merece también una atención especial. Como señala la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), hasta el 60% de la producción agrícola destinada a la alimentación mundial es generada por campesinos y pequeños agricultores, que constituyen una población aproximada de 1.500 millones de personas (ver Cuadro 6). Estos pequeños agricultores y campesinos emplean para ello sólo el 25% de las tierras agrícolas, en parcelas de una extensión media de 2,2 hectáreas, siendo las ¾ partes restantes del total de tierras agrícolas propiedad de grandes y medianos productores agropecuarios y grandes empresas y corporaciones protagonistas del modelo de producción agroindustrial a gran escala (www.grain.org).

Es crucial, por tanto, centrar la atención en las zonas rurales, que es donde vive la mayoría de la población pobre y hambrienta, para lo cual hay que incorporar un enfoque territorial para impulsar una transformación rural inclusiva y sustentable en los entornos rural urbanos alrededor de las ciudades medias que hacen de nodo principal de esos entornos territoriales. 

Se trata de aprovechar el potencial inexplotado de los sistemas alimentarios locales tratando de estimular el desarrollo agroindustrial, impulsando la productividad y los ingresos de los/as agricultores/as y campesinos de pequeña escala, y creando empleos no agrícolas en los segmentos de expansión de las cadenas productivas y cadenas de valor alimentarias.

 

Cuadro 6

 

  1. ALGUNAS CONCLUSIONES 

 

  • Decididamente, hay que impulsar la participación ciudadana y la creación de foros o mesas territoriales para la discusión y toma de decisiones colectivas frente a la pandemia, que permitan contar con la riqueza de opiniones e iniciativas de los actores territoriales y, sobre todo, que permitan la construcción de ese elemento intangible fundamental que es la confianza colectiva que sustente la construcción de gobernanza territorial.

 

  • En estos momentos, es prioritario dotarse de elementos en los que las personas y su salud, la garantía de sus condiciones de vida y la sostenibilidad del medio natural en el que vivimos, pasen a ser los criterios centrales de nuestras actuaciones y estrategias productivas, de consumo y de vida. La pandemia del coronavirus ha mostrado la necesidad de tomar decisiones próximas a la ciudadanía, y ello resalta la importancia de los gobiernos territoriales, así como el diseño de políticas locales de desarrollo, con cambios en las formas de producción, de empleo, y de consumo. 

 

  • Es preciso no abandonar las decisiones vinculadas con la agenda de la reconstrucción tras la pandemia a una orientación productiva donde la globalización económica, el discurso de la competitividad y el libre juego de los mercados, acaben dictando su lógica de funcionamiento mercantil, cuando de lo que se trata es de anteponer criterios basados en la seguridad y la salud de las personas, la creación local de empleos dignos y de carácter sostenible, y de potenciar la producción de proximidad para disminuir o evitar los impactos ambientales adversos. 

 

  • La atención prestada a los servicios fundamentales de la vida cotidiana y sus infraestructuras vinculadas, puede permitir mejores resultados desde el punto de vista del empleo, el ingreso y la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía, y de paso, centrar el objetivo del desarrollo económico y social en las personas y la atención de sus necesidades básicas, desplazando así la búsqueda del máximo beneficio privado como objetivo esencial del sistema económico predominante. 

 

  • La salud es un área clave de actividades de la economía futura. No es posible continuar con las políticas de austeridad y privatización de las décadas pasadas. Se necesita, además, una mayor justicia fiscal y liquidar los “paraísos fiscales”, procediendo decididamente a la remunicipalización de abastecimientos y servicios esenciales como son la distribución del agua y la energía, con participación activa de municipios y cooperativas y comunidades locales. Como señala Andreu Missé, en el número de abril de la revista Alternativas Económicas, “quizá la enseñanza principal de esta crisis es que el capitalismo que prioriza la búsqueda del beneficio es insostenible”. Pero la construcción de una alternativa no será posible sin la participación efectiva de una amplia acción local.


 

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Francisco Alburquerque Llorens  (   Chile )

Escuela de Invierno de la Asociación Chilena de Municipalidades Unión Iberoamericana de Municipalistas