Deolinda Correa nació en La Majadita, 9 de Julio provincia de San Juan, Argentina a principios del siglo XIX. Con poco más de veinte años se casó con Baudilio Bustos y tuvieron un hijo.
Hacia el año 1841, Bustos fue reclutado por las tropas de Facundo Quiroga a pesar de haber mostrado resistencia alegando estar enfermo, probablemente de neumonía. Hay, sin embargo, quien afirma que Bustos fue encarcelado por las fuerzas enemigas y que se lo llevaron encadenado en dirección a La Rioja.
Deolinda no pudo soportar la idea de que su marido estuviera sufriendo sin sus cuidados y se adentró en el desierto con su pequeño en brazos para seguir a las tropas a pie. Pero, Deolinda enseguida perdió su rastro y se vio obligada a deambular bajo el despiadado sol. Finalmente, desprovista de agua, se desmoronó agotada y murió a causa de la sed y la exposición a las condiciones climáticas.
Unos arrieros la encontraron poco después y enterraron su cuerpo en aquel lugar de Vallecito. Su hijo sobrevivió porque pudo alimentarse del pecho de su madre fallecida.
Allá, en lo alto de la loma, en medio del desierto caucetero, dicen que está enterrado su cuerpo.
Que no haya documentos de su existencia agiganta el mito. Pero tener, por ejemplo, un acta de bautismo, sería como darle a esta historia un nuevo punto de partida. Sería el pasaporte para que ella, algún día, pudiera ingresar a la larga lista de personas camino a la santidad, con firma y aval del Vaticano. Aunque para sus devotos ella ya es una santa.
¿Qué tenemos históricamente de la Difunta? Una serie de personajes presentes en todas las versiones: ella, su hijo, su marido. La esencia es ella, la Difunta es una leyenda. Y como toda leyenda es la venganza de los pobres, de los humildes,de los oprimidos para participar en una historia porque la van creando. Y así comienza a desarrollarse en las noches de fogón cuando aparece un arriero, pone un pedazo de carne a asar, y empieza a contar lo que sabe, lo que ha soñado, lo que él quiere que anela.
Los que lo escucharon contarán eso, más lo que ellos mismos aportan porque esa es la riqueza de una leyenda, que permite a cualquier vecino a participar. Por eso hay mil versiones, porque las fue aportando la gente y de muy buena fe, porque no es sólo lo que escuchó sino lo que se desea.
Hay gente que dice que la vio cuando se fue y si conversas con gente que vive en el pueblo 9 de Julio te cuentan: "mi bisabuela me contó que le había contado su abuela que la vio irse", y a lo mejor es cierto... o a lo mejor no. Pero no importa en este caso porque la gente hizo propia la historia y la hizo suya.
La devoción de los sanjuaninos a la "Difunta Correa " es alta... todos crecen pensando que hace milagros e intercede por los vivos.
A partir de la década de 1940, su santuario en Vallecito presenta una capilla con una gran escultura de ella muerta con su hijo, recostada, de cara al cielo y con el niño en uno de sus pechos. Las visitas al Oratorio de la Difunta Correa se producen durante todo el año, pero la más popular y dónde participan fieles de todo el país es la Cabalgata de la Fe que se realiza todos los años entre abril y mayo.
Sin duda alguna para los sanjuaninos la figura de esta mujer ha dejado su huella en su identidad como pueblo.