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A principio de la década de los 70´, el filósofo canadiense Marshall McLuhan acuñó el término Aldea Global. Tras ello la discusión giró por largo tiempo en la lógica de que los medios de comunicación y la tecnología, al acortar distancias, transformaban al mundo en un pueblo (aldea) donde el acceso a la información y a la cultura se democratizaba.
A los pocos años la cuestión planteaba que esta globalización, traía consigo el riesgo de la pérdida de identidad y del nacimiento de culturas híbridas, ya que esta ventana de contaminación desprotegía el sello característico de cada región invitando a las masas a consumir lo que el sistema instalaba como “moda” y situaba al alcance de todos.
Ante este riesgo, los estudiosos nos ponían en estado de alerta, y lo que tras una primera mirada se presentó positivamente, pasó a ser una amenaza para la cultura y la identidad local, que bajo el concepto de Industria Cultural y según autores como Walter Benjamín sometió –a la actividad plástica (obras de arte)- a la pérdida de su aura y a su banalización al transformarlas en un elemento más de producción en serie y consumo para la masa estandarizada y homogénea.
Dicha masificación puso al descubierto la perversidad del sistema, evidenciando que esta “seudodemocracia” era sólo un nuevo elemento para alimentar la inequidad y aumentar la brecha entre las élites con acceso a la interconectividad, que desplaza al resto de la población consumidora de lo que la industria va posicionando como necesidades para la mantención del status quo.
Como en muchas áreas del conocimiento y en el continuo histórico que acompaña al saber y al hombre, estamos viviendo la primera vuelta de este espiral y hoy, la necesidad de construir territorios con identidad en que se respeten tradiciones y se consideren las diferencias, pone de manifiesto la importancia de la innovación, la tecnología y la creatividad como elementos al servicio de la ciudadanía.
Richard Florida, autor del libro Ciudades Creativas, explica que el futuro de los territorios y su desarrollo depende de cómo se gestionen la Tecnología, el Talento y la Tolerancia, ya que son estos tres elementos –las tres “T”, la base del dinamismo cultural de la sociedad.
El territorio y municipio creativo, debe abrir sus puertas a la tecnología y al uso de elementos como internet… luchar por el acceso de su población a este servicio así como a todo aquello que mejore la calidad de vida de los habitantes, pero como un complemento de igualdad que se sume a otro factor igual o más importante como es la tolerancia.
Vivir la tolerancia al interior de una localidad, significa considerar e integrar en la vida cotidiana a las minorías eliminando la discriminación para aceptar la diversidad como un factor competitivo que genera diferencias.
Las minorías sexuales, étnicas y de credos deben tener un lugar y si bien cada una se limitará a su espacio, debe poder coexistir, respetuosamente, con el resto de la ciudadanía a fin de que las diferentes visiones de mundo estén a disposición y se propugne la creatividad como parte del cruce de estos contrastes.
Para Florida, la tolerancia es un valor esencial pues enriquece la visión de las comunidades y genera nuevos debates que abren oportunidades.
La tercera “T”, es el talento y en ese sentido es quizá cuando el autor norteamericano se conecta más a lo que desde hace años trabajan quienes encabezan gestiones municipales en Latinoamérica…
Atraer el talento es un objetivo esencial, pero nada simple y el fomento de la creatividad barrial y la generación de espacios que promuevan el talento colectivo, es y ha de seguir siendo la principal apuesta de las gestiones locales.
Son las personas las que presentan más o menos creatividad y lo que en conjunto puede hacer de un espacio un referente de ello… pero son las autoridades, desde sus diferentes esferas, las llamadas a motivar ese motor y a encontrar en la integración una apuesta importante en lo local.
Espacios para la puesta en común con otros creadores y un territorio amable con el intercambio cultural con la recuperación de espacios de participación como las plazas o los clubes sociales, abren las puertas a lugares con tradición e identidad.
Son claramente lugares como los mercados, las fabricas antiguas y los ritos locales, factores que unen a quienes habitan un territorio, pero a la vez, las zonas de interés turístico por excelencia ya que más allá de lo atractivo de nuevas construcciones temáticas o la forzada adecuación de un espacio moderno… el peso histórico de la recuperación y de lo novedoso nos traslada con nostalgia en busca de lo propio y de mixturas de poblaciones, de actividades independientes y enriquecedoras.
Los gobiernos locales son cruciales para generar actuaciones de participación ciudadana, mostrando a las administraciones supralocales que significa innovar y crear, mientras se trabaja en disminuir la fuga y movilidad de habitantes tolerantes, creativos y talentosos que busquen aglutinarse en lugares con prestigio y abandonen las posibilidades de sus propios lugares justamente por la falta de políticas y financiamiento.
Una comunidad integradora permite vivir de una forma pacífica y disfrutar como factor competitivo de la diversidad….
La inversión cultural en tiempos de crisis económica, plantea la discusión de hasta qué punto es un estímulo para la innovación y la creatividad o por el contrario si ve en esta coyuntura un freno porque las gestiones administrativas tenderán a re destinar los fondos.
La creatividad genera cultura y esta, es un elemento de cohesión social que en tiempos de crisis es un importante aliado. Estamos frente a una etapa en la que la creatividad ha dado lugar a un nuevo tipo de economía. Una actividad más humana, más cercana al individuo y en donde se apuesta a lo simbólico.
Ahora bien. Es verdad que son los elementos comunicacionales a través de los cuales se difunde más allá de los límites territoriales un lugar, pero estudiarlo desde la única perspectiva del marketing, la imagen o la marca ciudad, resulta un error y se debe cuidar en generar planes estratégicos que pongan el acento en determinados elementos y en la vinculación entre ellos y la ciudadanía.
Son las personas, la ciudadnía con sus complejidades y deseos quienes en verdad pueden y determinan la identidad de un territorio. Claro, para ello existen factores que funcionan como botones de impulso o bien como pesos de estancamiento.
Richard Florida pone énfasis en señalar que el lugar donde vivimos es determinante para la vida que llevaremos, puntualizando en la idea de que la tecnología y la globalización NO han hecho que el mundo sea plano al acortar las distancias, sino muy por el contrario… que hoy más que nunca las redes de relaciones y las posibilidades que nos ofrece nuestro entorno, garantizan nuestro futuro.
El autor presenta una serie de gráficos y planos donde es posible observar lo “puntiagudo” del mundo, mostrando como precisamente los países y ciudades con mayor conectividad, energía y patentes comerciales, logran un mayor ingreso per cápita y acceden –dado el nivel de sus territorios- a actividades culturales y acciones de corte simbólico.
Un importante indicador para el precio del suelo -según el autor-, está determinado por las interrelaciones que se desarrollen, lo cual no es nada nuevo ante nuestros ojos acostumbrados y conocedores de que es precisamente ello lo que nos debe alentar a buscar mecanismos diferenciadores y atractivos –además de productivos- para nuestros municipios.
… Pero, la pregunta que nos hacemos quienes estamos inmersos en la tarea de lo local y trabajamos por la construcción de territorios con oportunidades es ¿Cómo hacerlo para mejorar las condiciones a sabiendas que para la gran mayoría en América Latina no es voluntario u opcional, sino simplemente real la ubicación de sus hogares?…
Claro, porque Richard Florida nos invita a “elegir” y estudiar con cuidado nuestra residencia ya que ello determina en gran medida nuestro futuro, pero la realidad de nuestros pueblos es que no podemos escoger y por tanto la tarea es construir y trabajar por la equidad.
Cómo vamos a pedirle a un ciudadano que ha soñado toda la vida con tener casa propia que elija, cuando las políticas habitacionales en América Latina se limitan a resolver el tema de la vivienda precisamente en las zonas disponibles y que habitualmente ocupan el cinturón externo de la urbe.
En esta tarea, la tolerancia, la democracia y los valores comunitarios alcanzan un rol fundamental, ya que apoyan las voluntades de las autoridades.
La fuerza de la concentración es explicada según Richard Florida como la verdadera fuente del crecimiento económico y procede de la concentración de personas productivas y con talento. Como una especie de virus contagioso de ideas, productividad y por tanto riqueza.
Florida habla de la elección de un buen lugar para vivir dependiendo de la etapa etaria, la actividad económica y las prioridades que se tengan y tiene claridad de que se trata de una serie de paquetes que ofrecen las ciudades a cambio de impuestos que obviamente no todos pueden pagar en el mundo real y que limita nuestro simple deseo o interés…
Terminar con la dictadura de la ubicación es una tarea compleja… pero a la que hay que hacer frente.
No hay discusión. Las ciudades son un espacio vivo y en constante cambio y que por tanto su vocación de servicio y posicionamiento puede transformarse y variar a lo largo de la historia… sin embargo, debemos tener cuidado cuando señalamos que estamos en un espacio con una identidad determinada y que sólo es producto de la moda del momento o de unos cuantos elementos de marketing… El respeto que merecen los habitantes de ese espacio es fundamental.
Periodista chilena radicada en España - Especialista en Comunicación Pública - Directora de la Revista Vox Locális.