Que cada quien vaya por
su lado, que tome su
“cruz” y navegue en su
incierto. Que cada quien
moje su dedo, lo alcé y
sepa para donde “sopla” su
viento, cada horizonte
tiene su faro, y a su lado,
su puerto.
No nos equivoquemos en
aguas ajenas, de ahí no
pescaremos nada.
El tiempo es infinito y el
océano apenas
inexplorable, nos queda
nada más que nuestra
vida, del cual somos
dueños y señor de su
tiempo y soberanos de
cada recóndito.