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ATENCIÓN
Cuando la realidad nos abandona, perdemos todo sentido de lo que está bien y lo que está mal. Hemos entrado en una carrera para definir quienes somos y que dirección tomamos en esta época de caos inesperado. Así como en todos los pasados, el principio siempre define al desconcierto que se vive en los tiempos venideros. Así como la revolución industrial y el nacimiento del término ¨eficiencia¨ sacudieron al planeta creando religiones paganas que adoraban al capital y a símbolos agrarios de colores rojos que hicieron palidecer al mundo de bombas y muros mal construidos. Así mismo, la carrera del neo capitalismo tecno-global nos hará bailar al ritmo de los gigabytes y terabits cuánticos que saltan con ritmo para crear likes y re-tweets; confusos y ofuscados por tanta información, por tanto color bonito, por tanta luz. Bienvenidos a la modernidad azul, bienvenidos a la verdadera era digital… al mundo de la atención como medio de cambio.
Lastimosamente este nuevo cosmos que avanza a pasos agigantados y nos va subiendo el ego (tanto que ya queremos ir a vivir en Marte), no es como en las canciones contaminadas de propaganda, moda y jóvenes andrógenos bailando al ritmo de un bajo eterno. No… efectivamente, este es un mundo de desigual desmesura en donde 1% goza del sin-limite, mientras el 99% se deja la piel en un campo minado de corrupción. Todo esto derivado directo de la bienaventurada globalización que encendió sus motores en 1970 para arrasar con fuerza de proyectil toda concepción de posibilidades económicas que habíamos tenido hasta entonces.
Obviamente los problemas que se derivaron desde la concepción del Taylorismo (en donde el capitalismo moderno ha basado su éxito y ética), no nos dejaron; sino que se aceleraron hasta contaminar el internet poco tiempo después de su creación. Para los entendidos, el Taylorismo consiste prácticamente en la descomposición del trabajo en un conjunto de pasos discretos y sencillos, con el objetivo de mecanizar el proceso de producción para obtener el mejor resultado en efectos de ¨cantidad sobre tiempo¨. ¿La meta? una utopía de eficiencia perfecta. Esta idea fue tan revolucionaria, que creó dos extremos sociales, los que sostenían el capital, y los que se reunían en sindicatos y mítines marxistas de domingo.
Ahora bien, esta división nos siguió con insistencia hasta devorarnos los nervios con la guerra fría y levantarnos el ánimo con la explosión del liberalismo económico en los 80´s que dio a luz a Mikel Jackson y al mundo digital en todo su exponente. El internet llegó al mundo como cualquiera de nosotros, inocente y mudo… pero fue producto exclusivo de la teoría de Taylor en donde su descomposición de pasos fue traducida a lo que hoy conocemos como algoritmo.
La red estuvo muy bien administrada por lo que en aquel entonces se conocía como un grupo de ¨nerds aficionados¨ que disfrutaban de crear espacios gratuitos de intercambio y conexión. Hasta que la crisis económica de finales de los 90s se cansó de comerse las uñas y decidió empujar al joven internet hacia una carrera brillante en Wall-Street, quitándoles a los nerds su utopía democrática para ofrecerla como monopolios al mejor postor. Unos cuántos años después, compañías que habían empezado con un modelo empresarial adecuado se convirtieron en los dueños de lo que hoy se constituye como el internet comercial.
Aun así, el objetivo no es solamente mirar al pasado y pasearnos por una breve historia moderna; no, el objetivo está en entender el gran problema del siglo XXI desde una perspectiva constructivista; es hacer una descomposición de lo que hoy consideramos como parte natural de nuestras vidas. Es entender el origen de la Atención como moneda de cambio virtual.
Entre tanto cachivache nuevo, no nos hemos dado ni cuenta de la escalofriante verdad. Hemos de alguna u otra forma accedido a perder nuestra intimidad y los espacios que teníamos de tiempo muerto y silencio aburrido, para aceptar de manera legitima la construcción de una sociedad que nos demanda estar accesibles y conectados a cada instante, de cada hora, todos los días de la semana. Hemos intercambiado esos espacios en donde surgían las ideas que nos hacían quienes somos, por eliminar las barreras de tiempo y espacio y estar disponibles 24/7.
Aunque no lo sintamos, desde la introducción de los teléfonos inteligentes vivimos tiempos muy extraños… ya lo sé. No solo hemos decidido que el trabajo no se acaba cuando vamos a casa, lo llevamos a todos lados con nosotros en el bolsillo, no solo hemos decidido que la fiesta se queda con Marta en el bar de viernes, pero la llevamos con nosotros por la calle cuando compramos el pan. Sé que esto no es nada nuevo, pero nuestra atención está en gran demanda por el mercado actual, nosotros mismos hemos convertido el atender en una nueva ¨moneda social¨.
¿Por qué? Directores con visiones de éxito, como Google o Facebook crearon un modelo empresarial que se basa en la recolección y venta de datos a empresas y multinacionales. Datos que se traducen en nuestras relaciones humanas y en aquellos deseos más íntimos. Desde lo que hacemos público con orgullo hasta lo que escondemos con la mayor de las mesuras. Todo es estudio cuantitativo de mercado para muchas empresas. En otras palabras, al dejarnos usar sus plataformas sin coste monetario alguno, nosotros hemos accedido a firmar un contrato en donde dejamos que estas organizaciones vendan toda, absolutamente toda nuestra información (lo que hacemos, que nos gusta, donde estamos, con quien estamos, cuánto tiempo miramos un video, que páginas visitamos, etc.).
Ahora, me dirán: ¨Yo no tengo nada que ocultar¨. El problema no es si ocultas algo o no; lo que es grabe, es que estas empresas necesitan un fluido constante de información para que el modelo de la empresa sea rentable y atractiva para los accionistas. Es decir, esta producción de datos (que nosotros sus usuarios creamos), necesita llevarse la mayor parte de nuestra Atención. En el baño, en el bus, en el recreo, en la mesa, en reuniones con amigos, en la oficina, en el club de padres de familia, en hora de misa, durante clase, en la oficina, en los descansos del futbol o el gimnasio. No existen tiempos muertos… sentimos una constante necesidad de revisar nuestros teléfonos de manera insistente en cuanto tenemos oportunidad…dejándonos llevar a un mundo en donde solo existe publicaciones hechas exclusivamente para ti… hecha con la información de tu perfil demográfico que decidiste crear al iniciar sesión con tu dirección de correo electrónico. Nuestra atención está totalmente controlada por el artefacto que ahora tienes en las manos; sin él, la presión cardiaca se intensifica, los nervios se aceleran y la ansiedad vuelve… eso es a lo que médicamente se conoce como adicción.
Si se les es difícil leer un texto de más de cuatro páginas de corrido, si se les olvidan las cosas y no sienten que su mente es la misma que hace diez años… no, no su vejez señores. Es porque al darle valor monetario a nuestra atención las compañías han buscado diferentes maneras de hacernos leales a su plataforma… ¿o es que nunca han recibido un e-mail que diga ¨No has entrado en Facebook hace mucho¨ o un ¨mira lo que hay de nuevo en YouTube¨? Nuestra atención esta completamente parcializada… ya no escribimos un ensayo, escribimos párrafos y miramos el celular…
La tecnología que tenemos a disposición no es mala, lo que tenemos que entender, es que debemos llevarla de manera más responsable y sin crear excesos. Porque al no estar atento a tu realidad física, tu vida y tu atención se consume de manera muy rentable a vista de los administradores de plataformas inexistentes; en donde cada vez que te distraes, te vuelven a llamar, para crear a un animal amaestrado que habita su propia cueva de pantallas azules, videos de gatos graciosos y gente gritando desaforada por llamar la atención y decirle al mundo entero ¨¡aquí estoy!¨.
Mario J. Cobo
Estudiante de Grado en Administración y Relaciones Internacionales