Este bonito pueblo está situado en la Alpujarra granadina, a diez minutos de Órgiva y a tan sólo un kilómetro de la carretera principal de la Alpujarra Alta. Pese a su fácil acceso, no destaca por ser un pueblo muy visitado por los turistas rurales.
Es una población típica de la región, calles sinuosas y estrechas, casas con fachadas blancas y casi de la misma altura, abundan las fuentes ( al estar en una sierra y entre tres barrancos hay mucha agua), calles llenas de colorido gracias a la cantidad de plantas y flores que mantienen en perfecto estado los vecinos y el gran número de soportales o tinaos que alberga.
La última característica que mejor describe el urbanismo de la comarca, precisamente es el pueblo que posee un mayor número de estos, de hecho, Soportújar significa “lugar de soportales”.
Si con lo dicho anteriormente no llegáis a plantearos visitarlo, os diré que el pueblo está vinculado a la brujería. En un principio, nos llamó la atención las brujas pintadas en los paneles de señalización, y posteriormente descubrimos que todas las viviendas tenían una bruja al lado de los números domiciliarios.
Soportújar es otro de los pueblos blancos de la Alpujarra, con soportales, vistas, calles estrechas, una iglesia del siglo XVI, antaño mezquita… pero con una singularidad: se vende como el pueblo de las brujas y ha invertido en una pócima mágica: el “proyecto embrujo“, un conjunto de espacios y eventos relacionados con la hechicería que busca diferenciar su oferta turística. Así, tenemos un Puente Encantando, la Cueva del Ojo de la Bruja, la Era de los Aquelarres, la de las Cruces, el centro de interpretación de la brujería o la Fuente de las Brujas en el Mirador del Embrujo, además de placas en cada puerta y, cada agosto, la Feria del Embrujo.
Los cerca de 30o brujos que viven en Soportújar han creado recientemente la fórmula perfecta para atraer visitantes pero el mito viene de lejos. Cuando los moriscos fueron expulsados, esta zona se repobló con gallegos que trajeron sus meigas, sus leyendas y su cultura. Y de ahí la tradición.
Brujos y brujas comparten municipio con el primer centro budista de España: el O Sel Ling, consagrado por el propio Dalai Lama. Ahí queda eso.