Me rondan y no desde hoy los sabores de muerte renacida, lirios pintando paredes y techos y pisos donde nadie anda, van de mano de olvidos circunflejos que rezongan como novias caprichosas, - será señor la hora, o faltará el segundo desollado - ese que falta siempre para poder firmar el armisticio, rondado voy por olores cafres, por el bies dormido vuelto sombra ese vestido café qué hace colgado del pomo de la puerta, si es el único, el único, el único que fatal y legalmente te disgusta, cómo pretendes poblar como un fin postrero la tierra que no tiene flores con el vestido que tus ojos odian, avaro, algo dale a los ojos que pagaron tanto su pensión, y envuelve estos aromas sin desdén... | llama amando al amor con un vestido que tenga tu color, rojo de la deriva en vena abierta, o azul... claro que mar y quimera son hermanos, y anchos como nos llegan no podemos tomarlos sin dar brega, en cambio el corazón brota inmediato, lleno de un sórdido alborozo cada que oye una voz llegando urgente, con las palabras por él reconocidas... me amas, te amo... me quieres, di que sí... o me mato. |