No todo es soledad
en la hierba desnuda
si el viento testifica
que el silencio no existe.
Sólo un puñado
de ecos arrumbados,
la salmodia del humo
entre la brisa cómplice
y el rumor de los cascos
de ilusorios caballos.
No todo es armonía
rota como un cristal
agrietado en la lluvia.
La esperanza
es un puerto fugaz
en el oleaje
de todos los naufragios.
No hay un solo refugio
para quien se rebela
contra el tiempo y sus armas.
Resignada al olvido,
la luz me reconcilia
con lo eterno y lo efímero,
con mis días y mis noches
acuñados en la misma
fragua portentosa
que arrecia las tormentas
y apacigua en el mar las grandes aguas.