Nacer a los pies de un volcán
rociada de lagos
y en el centro de América,
es buen augurio.
Llegar al mundo en el ombligo del calendario
y llevar el nombre de mi madre,
es un privilegio.
Nacer antes de los muertos
y codearme con ellos en mi fecha,
antes y después que mueran,
es una responsabilidad.
Hablo del Momotombo,
del Xolotlán
y del triángulo de América Central,
de la poesía y la música ajena y propia
de Frances Sargent Osgood
-la más cerca a Edgar Allan Poe-
de Efraín Huerta, a quien leí tarde,
y Paul McCartney
al que absorta escuchaba en los 60.
Haber crecido en Managua,
desde 1949
mucho antes del terremoto del 72
en medio de guerras
entre otros y contra nosotros,
es sobrevivencia.
Haber nacido del amor
y vivido para descubrirlo en ti:
es un milagro.