Desde hace más de dos décadas, desde cuando un puñado de caballeros quijotescos, militantes de apasionadas utopías por una Latinoamérica mejor, o sea, por un mundo mejor, liderados por Enrique Rodríguez y Gustavo Orihuela entre otros, crearon la UIM con un muy claro e innegociable objetivo; intuitivo por entonces, clarificado luego, el de; “personas que trabajan con personas, para las personas”.

Desde entonces, hemos venido oyendo atentos, sus mensajes e ideas impregnadas en una deuda de gratitud para con este continente que supo albergar, con generosidad inconmensurable, a sus gentes más diversas, idas de la península en los años de plomo, corriendo de vendavales de hambre y muerte.

Aquellas gentes, sus hermanos, tíos o amigos, eran nuestras gentes, padres; tíos; abuelos o bisabuelos, que vinieron a esta tierra, de este lado del mundo, donde hicieron su nueva vida, acunando aquel dolor y desarraigo, y también, latiendo e incubando oportunidad e ilusión. Aquí nos parieron.

Muchos de nosotros, los municipalistas de este lado del mar,  tal vez la gran mayoría, somos descendientes de aquellos municipalistas, los que crearon la UIM, y los que antes tuvieron que migrar, unos y otros, militantes por un mundo mejor.

Todos juntos, ellos y nosotros, asistimos con asombro y horror, a los sucesos que acontecen, a diario, y desde hace años, en la “nueva Europa”, la de la indiferencia, la del olvido, la del nulo aprendizaje que deberían haber dejado, los años de guerra y hambruna.

Estos municipalistas, al menos algunos, queremos elevar la voz, tratando de llamar la atención, manifestando nuestro repudio al trato frío; burocrático; calculador; denigrante, ergo, inhumano, que reciben nuestros hermanos migrantes, provengan de donde provengan. Pero también convocando a la reflexión y a la acción. El tema urge, la vida urge.

Invitamos a los colegas a adherir a esta declaración, para que desde nuestra entidad, se haga llegar a los más importantes foros internacionales, y a los medios y redes de comunicación en general.