Querida Ana,
Ha sido un largo camino, pero por fin puedo decir que lo he conseguido. Sé que he tardado en escribirte y lo siento muchísimo, pero he estado tan ocupado encontrándome a mí mismo, que el fulgor del tiempo ha pasado imprescindible ante mis ojos. Los relatos de una vida extinta ahora se hacen presentes en mis palabras, en donde la afirmación de lo correcto se esconde indiscutiblemente, detrás del error de habernos negado siempre a la sencillez de amar y de las pequeñas cosas. Declarando que sí. Efectivamente ésta vida está plagada de existenciales. Las palabras finas de un mundo que se queda escuálido de tanto odiar, permanecen siempre en el inmenso mar de los sueños; los dueños de la extinta razón, que promulgan la satisfacción de un mundo obsesionado con la vanidad y la deshumanización, han confundido la verdad y han querido tapar la corrupción con sentimientos inexistentes.
Pero tu bien sabes que he vivido sin vida por mucho tiempo, tratando de entender lo que resulta ser un sistema complejo de injusticias y apariencias de nunca acabar. Haciendo que la existencia misma me diga que la esperanza se esconde en las ganas que uno mismo tiene por salir adelante y comenzar de nuevo una vida plagada de ilusión en el infinito. Hoy no lamento nada, me siento bendecido por todo lo que un mundo duro me ha enseñado, estoy elevado y comprendo por fin el rumbo de los sueño. Desde hoy, me dejaré llevar por los sentimientos y no lamentaré ni una sola palabra que diga o elabore, viviré la vida a plenitud y llegaré a la meta feliz por haber alcanzado todo lo hecho. Y así, me seguiré encontrando en los insomnios febriles de los recuerdos que hasta el día de hoy alaban mi desventura que paulatinamente me guiarán a la felicidad y el éxito. No hay más dudas, no hay más lágrimas tristes, solo queda amar y ser amado, caminar y hacer camino, bailar y componer sinfonías infinitas en donde solo quedarán las risas del alma y las personas que conmigo construirán el nuevo porvenir de la ventura de una forma franca y verdadera.
A Dios gracias por la amistad, a Dios gracias por la familia, a Dios gracias por haberme permitido abrir los ojos en un mundo de complejas disidencias, en donde me encuentro claramente en las pequeñas esquirlas de los espejos rotos como un hombre nuevo y lleno de su propio ser. Es hora de saludar y conocer lo que la ceguera impoluta de la ignorancia no nos ha dejado ver, porque la hermosura se encuentra en lo más mínimo, en lo más pequeño. Soñar en grande y conformarse con la mismísima realidad, esa es la verdadera razón de ser. Buscar la felicidad y recordar la esencia que nos mantiene caminantes en un lugar plagado de peregrinos frustrados. Pues no hay frontera para el alma positiva y luchadora, no hay milagro invisible para el de fe soñadora. Porque en esta vida todo, absolutamente todo Ana… es posible.
Hasta la utopía,
Tu amigo, Bruno