Varios son los desafíos en lo social, político y económico que las ciudades deben enfrentar ante la dinámica a la que son exigidas en los distintos ámbitos que deben planificar, regular y controlar. Es necesario considerar que la autonomía municipal cada vez tomar mayor trascendencia e importancia.

En este contexto, dejando de ser una lucha constante por competencias, para convertirse en el mecanismo generador de condiciones óptimas para desarrollar económicamente a una ciudad y mejorar mejor nivel de vida para sus habitantes. Es decir, las ciudades deben ser las titulares al momento de establecer acciones que fomenten empleo, inversión y desarrollo de actividades económicas, considerando una participación activa de distintos sectores y alcanzando una cohesión social.

Estas acciones que buscan el desempeño económico, tal como lo señala Lundvall, en un informe para la Comisión Europea,  ahora dependen directamente de la capacidad de aprendizaje y adaptación a las cambiantes condiciones tecnológicas y de mercado. Es decir, las localidades a través de sus administraciones locales deben constituirse en observatorios permanentes que identifiquen las posibilidades de impulsar acciones económicas que deriven en desarrollo y empleo. 

Precisamente en ese momento es cuando surge la interrogante de cuantas ciudades poseen un Plan Estratégico, y si ese Plan Estratégico de mediano o largo plazo,se va cumpliendo anualmente o se distorsiona al momento en que lo político y electorero superponen intereses particulares sobre los generales. Esta es posiblemente, entre otras, una de las principales causas que ubican a América Latina como la segunda región en el mundo más inequitativa o desigual, según datos del Banco Mundial y el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (CEDLAS); aspecto que urge sea tomado con la responsabilidad que requiere, pues nuestras ciudades deben ser más vivibles, aprovechando la riqueza natural que en otras partes del mundo envidian, convirtiéndose en generadora de recursos y no netamente consumidoras, para ello es indispensable la creación de Planes Productivos que surjan desde las mismas ciudades, partiendo de diagnósticos claros que reflejen evidentes necesidades a ser suplidas, y que evidencien ventajas comparativas y competitivas con relación a localidades o regiones, que deben ser aprovechadas por distintos sectores de manera armónica con políticas públicas de incentivo a la innovación y producción.

Si, son muchas las ciudades que han sabido aprovechar sus condiciones inclusive frente a enormes adversidades como es el caso de Medellín, ciudad que históricamente enfrentó una crisis social que parecía interminable y que de forma programática ha ido desterrando secuelas para convertirse en una oferente permanente de servicios, turísticos, textiles, moda, etc, ratificándose como ciudad innovadora por varios años, y que le permitió alcanzar un nuevo reconocimiento a la capital antioqueña como ganadora del concurso City of The Year, destacando la tecnología al servicio público, reducción de índices de criminalidad, parques bibliotecas, infraestructura urbana amigable con el ambiente, por mencionar algunas.

Muestra clara de que las ciudades pueden desarrollarse en momentos de crisis, pero más aún constituye un ejemplo claro de que las ciudades no pueden ser reactivas, sino preventivas y actuar permanentemente de manera organizada entre los distintos sectores para alcanzar un equilibrio hacia el desarrollo, compitiendo inclusive contra ciudades reconocidas mundialmente.