Surca mi mano el tibio paraboloide elíptico,
casi de revolución, de tu cuerpo dormido.
Asciende suavemente por una directriz
Y, con una caricia tangencial, te estremece.
Desciende mi mano por el valle entre dos lomas
y se asienta en el paraboloide hiperbólico
que ambas forman, descansando
mientras contempla y admira su hermosura.
¡Oh, hermosa geometría, cuán sagaz obras!
El teodolito inclina la pendiente hacia el diedro
que, con perfecta simetría, en dos mitades
de largos elipsoides, tu tesoro cobija.
¡Hermosa Geometría!
Francisco Borràs Marimon España